viernes, 12 de noviembre de 2010

Las reglas de Van Dime

20 normas elementales (siempre y cuando seamos unos frikis del misterio) para elaborar una novela de misterio. Posiblemente hayan quedado más desfasadas que la limotipia, pero seguirán vigentes para los lectores de buen corazón y los violadores intelectuales.

Traduzco:

La historia de detectives es un tipo de juego intelectual. Es más, es un evento deportivo. Y para escribir las historias de detectives hay unas leyes definitivas, tal vez no escritas, pero no por ello menos vinculantes; y todo aquel respetable y autorespetable conocedor de los misterios literarios vive por ello. Por lo tanto, aquí está pues, una suerte de Credo, basado en parte, en la práctica de todos los grandes escritore, y por otra parte en las sugerencias dictadas por la conciencia interior de este autor. A señalar:
   1. El lector debe tener las mismas oportunidades que el detective para resolver el misterio. Todas las pistas deben de estar claramente especificadas y descritas.
   2. No se pueden poner a los ojos del lector artimañas o engaños hechos adrede que no sean aquellos que utilice el criminal para engañar de manera plausible al detective.
   3. No debe de haber intereses románticos. Se trata de conducir al criminal ante la justicia, y no de conducir a una pareja de amancebados al himeneo altar.
   4. El propio detective, o cualquiera de los oficiales que investiguen el caso, nunca deberían ser los culpables. Esto es pura farsa, pareja a la de ofrecer un penique brillante a cambio de una monea de oro de cinco dolares. Son premisas falsas.
   5. El culpable debe de estar determinado por deducciones lógicas, y no por accidente o por confesión inmotivada. Resolver un problema criminal de esta forma es como enviar al lector deliberadamente a cazar gamusinos, y decirle, cuando haya fracasado, que tenías lo que buscaba dejabo de tu manga durante todo ese tiempo. Una autor así no es mejor que un bufón casual.
   6. La novela de detectives debe de tener un detective en ella; y un detective no es un detective a no ser que detecte. Su función es la de reunir pruebas que poco a poco conducirán hasta la persona que hizo el trabajo sucio en el primer capítulo; y si el detective no llega a sus conclusiones a través del análisis de esas pistas, no lo ha hecho mejor que el colegial que consigue las respuestas mirando la artimética en retrospectiva.
   7. Sencillamente tiene que haver un cadáver en una novela de detectives, y cuanto más muerto esté, mejor. Un crimen menor que el asesinato no bastará. Un crimen diferente del asesinato haría que las otras trescientas páginas fuesen humo. Después de todo, el esfuerzo y el gasto de energía por parte del lector debe ser recompensado.
   8. El problema del crimen debe ser resuelto usando estrictamente medios naturalistas. Métodos para averiguar la verdad como la escritura en pizarras, ouijas, telepatía, sesiones de espiritismo, mirar a través de nolas de cristal y cosas así, son tabúes. Un lector tiene la oportunidad de poner a prueba su ingenio con un detective racionalista, pero si tiene que competir con el mundo de los espíritus y perseguir la cuarta dimesnión de la metafísica es derrotado ab initio. (sic)
   9. Solo debe de haber un detective, es decir, solo un protagonista de deducción, un deus ex machina. Juntar las mentes de tres, cuatro o a veces un grupo de detectives para solucionar un problema, no solamente es dispersar el interés y romper el hilo del razonamiento lógico, sino que también significa tomarle una ventaja injusta al lector. Si hay más de un detective el lector no sabe quien es el co-deductor. Es como hacer correr que el lector corra una carrera de relevos.
   10. El culpable debe de ser una persona que haya tomado un papel más o menos prominente en la historia, esto es, una persona con la que el lector tenga familiaridad y le guarde interés.
   11. El lector no puede escoger a un sirviente como culpable. Esto es rogar por una cuestión más noble. Sería una solución demasiado fácil. El culpable debe de ser decididamente una persona que valga la pena, una a la que no se dirijan a ella el blanco natural de las sospechas.
   12. Solo debe de haber, sin importar cuantos asesinatos hayan sido cometidos. El cuplable puede, por supuesto tener un ayudante de menor importancia o un cómplice, pero el todo el peso del crimen debe de estar en un par de hombros: se debe permitir concentrar toda la indignación del autor a una persona de naturaleza oscura.
   13. Sociedades secretas, camorras, mafias, et al. (sic), no tienen lugar en una historia de detectives. Un asesinato que se verdaderamente fascinante y hermoso es, irremediablemente arruinado cuando la culpabilidad la ejerce un todo. Para asegurarnos, al asesino en una novela de detectives se le debe dar una opotunidad deportiva; pero es demasiado confiarle una sociedad secreta para que luego le sirva de colchón. Ningún criminal de primera que se respete a si mismo querría tantas posibilidades.
   14. El método del asesinato, y los medios para detectarlo deben ser puramente racionales y científicos. Es decir, artilugios presudocientíficos y puramente imaginativos no deben ser tolerados en la roman policier (sic). Una vez que un autor se adentra en el reíno de la fantasía, al estilo de Julio Verne, está fuera de los bordes de la ficción de detectives, jugueteando en los inalcanzables límites de la aventura.
   15. La verdad del problema debe de ser siempre aparente, suponiendo que el lector sea lo suficientemente astuto para verla. Con esto quiero decir que si el lector, después de aprender la explicación del crimen, volviese a leer el libro, pueda ver que la solución, estaba, en un sentido, enfrente de sus narices todo el rato, y que todas las pistas apuntaban al culpable. Y si fuese tan inteligente como el detective, podría haber resuelto el misterio sin llegar al capítulo final. Por supuesto no hace falta decir que el lector inteligente soluciona el problema casi siempre.
   16. Una novela de detectives no debe contener largos pasajes descriptivos, ni divagaciones literarias secundarias, ni análisis de los personajes sutiles y trabajados, ni preocupaciones "atmosféricas". Esos asuntos no desempeñan un lugar vital en cuanto al crimen y a la deducción. Congelan la acción e introducen asuntos irrelevantes al tema principal, que es, establecer un problema, analizarlo y llevarlo a una resolución correcta. Para asegurarnos, debe de haber la suficiente descripción y delineación de personajes para darle verosimilitud a la novela.
   17. Un criminal profesional nunca debe tener el peso del crimen en una historia de detectives. Los crímenes cometidos por cacos y bandidos son casos para policiales provincianos y no para los autores y brillantes detectives aficcionados. Un crimen que sea realmente fascinante es aquel cometido al pie de una iglesia, o el de una solterona que destacaba por sus obras de caridad.
   18. Un crimen en una historia de detectives nunca debe resultar ser un accidente o un suicidio. Acabar una odisea detectivesca con un anti-clímax así es engañar la confianza del lector de buena fe.
   19. Los motivos para todos los crímenes deben ser personales. Complots internacionales y guerras políticas pertenecen en una categoría diferente de la ficción, como la de los servicios secretos, por ejemplo. Pero una historia de asesinato debe ser mantenida gemütlich (sic), por así decirlo. Debe reflejar las experiencias diarias del lector, y darle un salvoconducto para sus deseos y emociones reprimidas.
   20. Y (para darle a mi Credo una lista de objetos), listo aquí unos pocos de los artilugios con los cuales ningún escritor de novelas de detectives que se respete a si mismo se permitirá usar. Han sido empleados demasiado a menudo, y son conocidos para todos los auténticos amantes del crimen literario. Usarlos es como una confesión de la ineptitud y de la falta de originalidad del autor. (a) Determinar la identidad dle culpable con la colilla de un cigarrillo dejado en la escena del crimen que coincide con la marca que fumaba el sospechoso (b) La tenebrosa sesión de espiritismo para asustar al culpable y forzarle a entregarse. (c) Huellas digitales falsificadas (d) La coartada de usar un muñeco (e) El perro que no ladra y por lo tanto revela el hecho de que el intruso es un familiar (f) La culpa del crimen recae en un gemelo o en un familiar que es exactamente igual que la persona sospechosa, pero, inocente. (g) La jeringuilla hipodérmica o poner drogas en secreto en la bebida de alguien (h) El acontecimiento de un asesinato en una habitación cerrada después de que la policía haya entrado  (i) El test de asociación de palabras para el acusado. (j) El código, o la carta codificada, que después es descifrada por el detective.